“El cáncer de ovario es más complejo de tratar y tiene una mayor mortalidad, es el segundo tumor ginecológico más frecuente después del de endometrio”. Así habla Isabel Palacio, especialista en oncología médica en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), sobre una enfermedad que no se deja ver, que avanza sin dar demasiadas señales. Algo que complica sobremanera su detección precoz. Este tumor maligno, detalla Palacio, “es bastante silencioso y sus síntomas son banales”, lo que hace que se detecte tarde porque esos síntomas no suelen causar alarma. No le llaman la atención a quien los padece. Y, además, se pueden confundir con los de otras patologías, como “infección de orina”, o con la “sensación de tener gases”. Hinchazón abdominal, dolor pélvico o abdominal, la frecuente necesidad de orinar, estreñimiento o diarrea, sensación de plenitud continua, pérdida de apetito y cansancio excesivo son algunos de los síntomas que presenta quien padece cáncer de ovario. Cada año se diagnostican cien nuevos casos en Asturias y tres mil en España.
La demora en ponerle nombre y apellidos a lo que sucede hace que esta enfermedad se detecte en una fase avanzada, en el tercero de sus cuatro estadíos, cuando ya se ha diseminado dentro de la cavidad abdominal. Un “80% de los tumores se detectan en esta fase” y como consecuencia “el tratamiento es más complejo y se reducen las posibilidades de curación”, detalla Palacio. En estos casos, a la enfermedad se le hace frente “mediante cirugía y quimioterapia, el tratamiento podría durar entre seis y quince meses, incluyendo también la cirugía”, señala la oncóloga.
No existe, a día de hoy, una política de “prevención” para la detección precoz. Sí se están realizando ya estudios en grupos familiares, para determinar los antecedentes y ver el riesgo de que se haya podido heredar. Algo que se revela eficaz a la hora de decidir si se recurre a la cirugía preventiva. “Angelina Jolie se hizo una doble masectomía preventiva, se quitó las mamas y los ovarios, al conocer el riesgo que tenía” de padecer la enfermedad, cuenta esta especialista sobre una decisión personal de esta actriz que hizo hace unos años que esta enfermedad saliera de su silencio. Más recientemente, volvía a hablarse del cáncer de ovario al conocerse que la periodista Sara Carbonero había sido operada a causa de un tumor maligno. En su caso, se extirpó el tumor.
Y es que la “única prevención útil para aquellas mujeres portadoras de este cáncer o el de mama” es la cirugía.
“Estamos haciendo un estudio genético cuando se detecta si las mujeres son portadoras y ya tenemos un montón de familias estudiadas”. La participación en este tipo de estudios es voluntaria, aunque no se realizan con menores de edad: “Hasta que ellos no tengan 18 años y decidan por sí mismos”, explica Palacio.
Pilar Antoñanzas conoce bien los entresijos de este tumor. Hace ocho años, cuando vivía en la Comunidad Valenciana, apareció por vez primera en su vida. Portavoz de la asociación de afectadas por el cáncer de ovario (Asaco), insiste en la necesidad de abordar políticas de prevención centradas en la detección precoz. Por ejemplo, sostiene este colectivo que es necesaria la inclusión, de forma obligatoria, de una “ecografía vaginal” en la revisión anual en ginecología. También recomienda acudir al médico a las personas que presentan algunos de los síntomas citados si persisten durante dos o tres semanas. Antoñanzas, a pesar de todo, no pierde la sonrisa. Y no deja de luchar. Es paciente de la doctora Isabel Palacio desde hace tres años, cuando sufrió una recaída en su enfermedad. “Tener una mente positiva y activa es algo que siempre está a favor, hay que mantener en la medida de lo que se pueda una vida normal”, sostiene la doctora.
“Tardé en ir al médico”
Para Pilar Antoñanzas todo comenzó en 2011. Tenía 53 años e impartía clases de Física y Química en un instituto cuando se le manifestó el cáncer. “Ese año pasé meses en los que me encontraba muy cansada, tenía hinchazón y me encontraba sin ganas de comer. Reconozco que tardé mucho tiempo en ir al médico y un día al salir del instituto fui a ver a la doctora Ester Lasaca, mi médica de cabecera, me tocó la tripa y me mandó directamente a Castellón”, recuerda.
El tumor dio un vuelco a la vida de Pilar, tanto en su forma de ser como en su manera de ver el día a día. “La enfermedad me dio otro punto de vista sobre la vida, soy más consciente de que estoy viva, de que sigo bien y de lo que valgo”. Recuerda que la primera reacción de sus familiares fue asustarse “por la alta mortalidad que tiene esta enfermedad”, hasta que llegó al Hospital la Fe, de Valencia, donde la atendió “un equipo extraordinario y me operó el doctor Santiago Domingo”. “Tuve una cirugía fantástica y después comencé con la quimioterapia”, recuerda. Y trata de quitarle dramatismo a lo sucedido. “Me tocó en verano y entre los calores de Peñíscola y el ‘mogollón’ que es…, ni me planteé poner peluca”, cuenta.
Cinco años después, en 2016, el ovetense Pedro Ojeado, su marido, y ella decidieron poner rumbo a Asturias. Es en ese momento en el que parecía haberse “olvidado de la enfermedad”, cuando tuvo “una recaída”. “Hice un TAC y me detectaron una cosita que no debería estar ahí, era metástasis en el ligamento gastrohepático”. Después de una segunda cirugía y de la quimioterapia, Pilar asegura que está “estable, aunque me ha costado remontar”.
Tomado de: https://www.elcomercio.es