Muchos padres con genes que los predisponen a un tumor no saben si contarle a sus niños que también podrían tener esa enfermedad. Una experta explica cómo abordar el tema.
En su adolescencia a Tatiana Rodríguez le advirtieron de su alto riesgo de padecer de cáncer ya que su madre había fallecido a los 38 años por un tumor en el seno y ella empezaba a manifestar algunas señales de alerta. Hoy, a sus 21 años, la joven ya no cuenta con uno de sus ovarios que le fue extirpado de forma preventiva para evitar el desarrollo de un tumor y está a la espera de realizarse un examen genético que le ayudará a determinar si tiene predisposición frente a esta patología que se ha presentado de manera frecuente en su familia.
Así le sucedió también a la actriz Angelina Jolie, quien después de conocer que era portadora del gen BRCA1, una clase de mutación de las células, decidió extirpar sus senos para reducir las posibilidades de padecer del cáncer por el que ya habían muerto su madre, abuela y tía. Lo que se hereda no es el tumor, sino la predisposición de los genes a desarrollar la enfermedad. Se calcula que entre un 5 y 10 por ciento de los casos, el origen del cáncer responde a una mutación genética hereditaria. El resto se presentan por mutaciones adquiridas provocadas por diversos factores externos.
Si bien tener acceso a toda esta información es invaluable, también supone un reto para los padres y profesionales de la salud tener que compartir con los niños y adolescentes esta condición familiar. La mayor preocupación de los padres es cuándo hacerlo y cuál es la mejor forma de contarle a los hijos sobre el riesgo que probablemente también ellos tengan. No hay una edad determinada para hacerlo, por eso conviene tener en cuenta la edad y la madurez de los hijos para poder charlar de manera honesta, directa y que puedan comprenden qué significa tener un riesgo genético y cómo esa información va a cambiarles la vida.
Según la psicooncóloga María Castrellon, “lo recomendable es que se le informe a la familia de los resultados del examen genético con el fin de tomar las medidas pertinentes para decidir” y añade que lo importante es que quien va a transmitir esta noticia “la haya podido aceptar de una manera asertiva o adaptativa y tenga claro los diferentes escenarios que podrían ocurrir y cómo se puede actuar frente a cada uno de ellos para disminuir la ansiedad”, dice la experta.
Diversos estudios han demostrado que los adolescentes que han afrontado esta situaciones, con más conscientes y han aprendido a desarrollar estilos de vida sanos. “Se considera positivo porque es una manera de prevenir y tratar a tiempo la enfermedad aun cuando tenga un efecto genético”. Sin embargo, otros sugieren que compartir la información sobre el riesgo genético con personas demasiado jóvenes puede resultar contraproducente porque se genera ansiedad y además una limitación en la cotidianidad al impedirles vivir libremente por estar pensando todo el tiempo en esa amenaza latente.
Existen dos vías para obtener un examen genético: una es que el paciente lo solicite de manera voluntaria y la otra es a través de la prescripción de un médico. Lo importante en ambos casos es que las personas cuenten con asesoría no solo del médico tratante, sino la de un genetista que explique los resultados “para reducir la incertidumbre que generan estos exámenes”, dice Castrellón y añade que después de conocer el diagnóstico conviene “vincularse a programas de apoyo para que puedan asumir la noticia sin alarmarse, victimizarse, ni encontrar culpables porque esto no es un acto voluntario”.
Según datos de la American Cancer Society, el 39,6 por ciento de hombres y mujeres serán diagnosticados con esta enfermedad en algún momento de sus vidas. La gran mayoría de los casos aparecen por la exposición a factores de riesgo que surgen por estilos de vida insanos, como una mala dieta, el sedentarismo y el tabaquismo, la contacto frecuente a sustancias químicas y agentes de infección. Esto quiere decir que la mejor forma de evitar un cáncer, así se cuente con el factor genético, es llevar una vida saludable.
Tomado de: http://www.semana.com